Manual avanzado para no enterarse de nada

(Guía filosófica para idiotas lúcidos, despistados con alma y místicos que llegan tarde)

“El que no se contradice es que no dice la verdad.”
— Jesús Quintero

1. Escucha como quien mira fuego.

No se trata de prestar atención. Se trata de estar presente de forma ambigua. Pon cara de revelación, pero que nadie sepa si estás pensando en Heidegger o en un bocadillo de calamares.

Cuando te pregunten qué opinas, di algo como:

“La atención plena está sobrevalorada. Hay belleza en perder el hilo y seguir cosiendo.”

Si te entienden, fallaste.

2. Haz del error tu religión no oficial.

Byung-Chul Han dice que vivimos en una “sociedad del cansancio”, donde todo debe estar claro, optimizado y eficiente.
Tú no. Tú vienes a confundir, a retrasar, a responder con retardo emocional.

Como dijo Osho:

“A veces, no saber es lo más íntimo que puedes ofrecer.”

Y si eso no cuela, ofrece un dato inútil:

“Los flamencos no nacen rosas.”
Y cámbiate de tema. Nadie te detendrá.

3. Pierde la noción del tiempo con intención artística.

Kant tenía horarios tan rígidos que los vecinos ajustaban sus relojes al verlo pasear. Tú, en cambio, eres un atentado contra la puntualidad.
Cuando llegues tarde, di:

“Lo importante no era cuándo, sino cómo me disolví en el camino.”

La impuntualidad es el nuevo punk.

4. Habla como si recordaras cosas que no han ocurrido.

Cuenta anécdotas que quizá soñaste. Di que una vez viste a Dragó discutir con un gato en la Plaza Mayor, y que perdió.
No importa si es cierto: la duda es lo que te protege.

Y si te acorralan, responde:

“Yo no cuento hechos. Cuento pliegues.”

5. Interrúmpete. A ti mismo. Sin pedir permiso.

En mitad de una frase propia, cambia de tema.
Estás diciendo: “Yo creo que lo importante es—”
Y terminas con: “—que los plátanos deberían tener nombre propio.”

El despiste como sabotaje narrativo.
La incoherencia como espejo roto del alma.

6. Olvida, pero con intención filosófica.

Cuando alguien te diga “¿te acuerdas de lo que te dije?”, contesta:

“Olvidé los hechos, pero conservo el temblor.”

Así te elevas sin saber a dónde.
Como un globo sin helio, pero con dignidad.

7. Y si no sabes qué decir, cítate. O cítalos a ellos.

“Para alcanzar lo posible hay que intentar una y otra vez lo imposible.” — Hermann Hesse
“No hay mayor placer que tener tiempo para perderlo.” — Pepe Mujica

Di eso en un funeral, en una reunión de trabajo o mientras buscas las llaves del baño. No fallan.

EPÍLOGO: NI GENIO NI MÁRTIR. SOLO UN POCO PERDIDO.

No enterarse tiene su punto.
Te da respiros. Te salva del exceso de información, del algoritmo, del cinismo brillante.
Pero también te complica la vida, te deja fuera, te hace repetir errores, perder trenes, herir sin querer.

No es heroico.
Es incómodo, a veces hermoso, a veces humillante.
Como caminar con un zapato de cada talla.

No idealices tu despiste.
No lo cures tampoco.

Así que ya sabes: la próxima vez que alguien te diga que no te enteras de nada, sonríe.

Y responde:

“No me entero… porque estoy ocupado existiendo en otro plano.”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *